La Villa de la Santísima Trinidad, con una historia que supera ya los cuatro siglos, constituye un ejemplo vivo de las tradiciones de épocas anteriores y que llegan con fuerza hasta nuestros días, para deleite de turistas nacionales y foráneos.
Ubicada entre las primeras poblaciones fundadas por los españoles en el proceso de colonización de la mayor de Las Antillas, cuenta con uno de los conjuntos arquitectónicos más completos y mejor conservados de América.
En ese tesoro histórico, el Valle de los Ingenios ocupa un sitio preferencial junto a la famosa Torre Iznaga, mudo centinela de un pasado de azúcar y fabricas del dulce en Trinidad.
El surgimiento de la mencionada construcción hacia 1816 marca un momento de predominio del eclecticismo en la arquitectura, con una altura de 45 metros repartidos en siete pisos o niveles, como una atalaya desde la cual se divisaban las plantaciones de caña de azúcar en la zona.
Según expertos, la campana instalada en lo alto de la torre estaba destinada a marcar el trabajo de los esclavos, el fin de la jornada, la oración a la Santísima Virgen en la mañana, a mitad del día y en la tarde.
Asimismo, cual vigía insomne, permitiría avisar en caso de peligro de incendio, fugas de esclavos, o simplemente como un inigualable mirador para apreciar la riqueza del valle en toda su magnitud.
El origen de la Torre Iznaga encierra también una buena dosis de leyenda, vinculada con la historia de los hermanos Iznaga, acaudalados hacendados de la época y dueños de ingenios dedicados al procesamiento de la caña de azúcar.
Una de las historias atribuye el nacimiento de la construcción a la disputa amorosa entre ambos parientes, interesados en la misma joven, y que decidieron edificar una obra cuya longitud en metros definiría al victorioso en la contienda.
En esa lid, Alejo levantó la torre de 45 metros de altura, mientras Pedro perforó un pozo de 28 metros de profundidad, del cual beben aun los pobladores de la localidad cercana a la edificación.
Siempre relacionadas con el amor, otra de las leyendas vincula la obra con el comportamiento infiel de la esposa de Alejo, quien ordenó la ejecución de la monumental construcción para encerrar en ella a su compañera.
Símbolo inequívoco de la región, la Torre de Iznaga llega a nuestros días como un signo mas de la riqueza que predominó en la villa, apoyada en el desarrollo de la industria azucarera y el comercio.
Obras como esta, recuerdo de una arquitectura rica en estilos y materiales, sirven de complemento único a la variada oferta que presenta Trinidad para los amantes del ocio, los cuales acuden por miles cada año en busca del conocimiento que encierra la histórica villa.
Casas coloniales, restos de ingenios y una urbe conocida como la Ciudad Museo de Cuba se integran en una opción difícil de ignorar para los miles de visitantes que arriban a los diversos destinos turísticos de la isla.