La provincia de Ciego de Avila, en la porción oriental de la mayor de Las Antillas, cuenta entre sus atractivos con el destino turístico Jardines del Rey, decenas de kilómetros de excelentes playas, naturaleza única y una enorme riqueza de historia y tradiciones.
A las diversas opciones para el ocio en el territorio se añaden sitios de incalculable valor como la Trocha de Jucaro a Morón -obra defensiva vinculada a la gesta independentista de la isla-, leyendas y costumbres que llegan hasta nuestros días.
Entre ellas destaca el Gallo de Morón, convertido en símbolo de esa centenaria ciudad cubana y reflejado en una escultura en bronce de tres metros y un peso de tres toneladas, obra de la destacada artista plástica cubana Rita Longa a inicios de la década de los 80.
En los trabajos del monumento la escultora contó con la colaboración artística de Armando Alonso, responsabilizado con la ejecución de las obras de un primer gallo en los años 50.
Según la leyenda, la figura del ave en la urbe esta relacionada con la localidad española de Morón de la Frontera, en Sevilla, donde precisamente comienza a gestarse la historia de la mundialmente famosa ave.
En ese sitio del país ibérico, hacia el siglo XVI, ocurrían graves problemas de orden publico, relacionados con los disturbios provocados por el nombramiento de las autoridades y las rivalidades políticas en la época.
La historia reconoce abusos contra los pobladores por parte de jueces que los despojaban a su antojo de sus haciendas y otros bienes, todo ello acompañado de penas de cárcel y elevadas contribuciones.
Precisamente, uno de esos funcionarios anunciaba a toda voz que en el pueblo no había mas gallo que él, lo cual le valió el sobrenombre de "El gallo de Morón" por parte de los vecinos debido a su arrogancia.
Colmada la copa de los atropellos, los pobladores de la localidad se apoderaron del mencionado personaje, lo trasladaron a las afueras del lugar, lo despojaron de sus ropas -excepto la camisa- y le propinaron una buena paliza.
El acontecimiento dio lugar a una simpática copla, interpretada a manera de advertencia, y que decía de esta manera: "Anda que te vas quedando/ como el gallo de Morón/ sin plumas y cacareando/ en la mejor ocasión."
Los acontecimientos quedaron en el recuerdo con un monumento a un gallo desplumado en el Paseo de la Peña y dieron además origen a la popular frase -muy mencionada en la actualidad- de quedar "como el Gallo de Morón", "sin plumas y cacareando".
La tradición se traslada a la mayor de Las Antillas hacia el siglo XVIII y cobra fuerza rápidamente, aunque en Cuba el gallo fue concebido con todo su plumaje y demás atributos, además de convertirse en el símbolo de la ciudad.
Por todo ello, Morón sirve también de excelente complemento para la industria del ocio, al recibir con el canto del ave de bronce a los miles de visitantes que acuden al territorio en busca del necesario descanso, acompañado de los elementos únicos que aportan la historia, leyendas y tradiciones de siglos atrás.