El centro histórico de la capital cubana, respaldado por una historia centenaria, recupera sus edificaciones de la época colonial para acoger a los miles de visitantes que apuestan por La Habana para el descanso.
Centenares de inmuebles de los más diversos estilos arquitectónicos, señal de la evolución de la sociedad cubana, conforman un patrimonio único que sirve de complemento peculiar a la industria del ocio en la urbe.
En esa estrategia figura el rescate de instalaciones emblemáticas para su transformación en hostales y hoteles de pequeño formato, destinadas a acoger a los vacacionistas que prefieren el contacto directo con el bullicio de la capital.
Como parte de esa política, la compañía Habaguanex S.A., de la Oficina del Historiador de la Ciudad, incorporó entre sus establecimientos al Hotel Palacio O'Farrill, en activo desde finales del 2002.
Según expertos, el nombre de la instalación esta inspirado en ese apellido, perteneciente a una familia que asumió la construcción de la mansión en La Habana Vieja, allá por los inicios del siglo XIX.
Ubicado en las esquinas de Cuba y Chacón, muy cerca de la entrada de la bahía y de la Plaza de la Catedral, el palacete de arquitectura neoclásica ha renacido en la antigua morada de Don José Ricardo O'Farrill y O'Daly.
El mencionado personaje, rico comerciante del condado de Longford, en Irlanda y vinculado al lucrativo negocio del tráfico de esclavos y dueño de ingenios azucareros, llegó a La Habana a principios del XVIII y fundó una de las familias más acaudaladas de la nobleza en la época colonial.
A lo largo de varias décadas, sus descendientes destacaron por sus aportes en las actividades de la administración publica, economía y cultura, además de los títulos nobiliarios, hasta acoger en épocas posteriores a instituciones como el Tribunal Supremo de la mayor de Las Antillas.
El hotel, de categoría cuatro estrellas, dispone de 38 habitaciones -35 del tipo standard y tres junior suite- y las facilidades para el ocio, distribuidas en tres plantas, donde cada una de ellas lleva en su decoración el estilo de un siglo, el XVIII para el piso bajo, XIX en el segundo y XX para el tercero.
Como atractivo singular del establecimiento esta el snack bar con el nombre de Chico O'Farrill, en justo homenaje a quien fuera eminente figura del jazz, género musical que distingue a la nueva instalación.
Un portón de caoba claveteado en bronce permite el acceso al lugar, donde el característico patio interior lleva a una escalera de mármol que conduce a los pisos superiores, todo ello iluminado por la luz que se filtra a través de una claraboya ubicada en el techo.
La paciente labor de restauración devolvió al Palacio O'Farrill sus características originales, incluso aquellas que se agregaron con el transcurso del tiempo y las funciones a las cuales se dedicó, todo ello unido en una oferta promocional que exhorta a los vacacionistas a alojarse en el establecimiento para vivir tres siglos en un instante.