El fenómeno de la esclavitud, traído a la mayor de Las Antillas de la mano de los colonizadores, deja una huella imborrable en la formación de la nación cubana con sus riquezas culturales, tradiciones e historia.
La apuesta inicial de conseguir mano de obra barata, fácil de explotar y resistente a los maltratos, provocó la llegada a la isla de miles de negros transportados desde Africa en contra de su voluntad.
Diversos estudios sitúan en más de un millón 300 mil la cifra de esclavos que ingresaron a la isla, procedentes de diversas zonas del llamado continente negro.
Por supuesto, con ellos ingresaron exponentes de la cultura y religiosidad de etnias como lucumí, carabalí, congo, ganga y mina, entre otras.
La operación, realizada durante años, dejo un impresionante saldo de víctimas, unido a la herencia de hechos que marcaron las ocasiones en que los propios esclavos se rebelaban contra sus amos ante la dureza de los castigos.
Una muestra del duro trabajo al que eran sometidos está en el castillo de San Severino, cuya construcción demandó una importante cuota de sangre y sudor de hombres y mujeres, forzados a levantar los muros, cavar túneles, depósitos de agua y emplazar las baterías de la fortaleza.
Debido a ello, la historia de siglos atrás recoge numerosas sublevaciones, todas reprimidas con extrema crueldad y que sin embargo dejaron su huella en la historia de la mayor de Las Antillas.
Entre esas acciones destaca la del ingenio Triunvirato, donde precisamente se localiza el Monumento a la Rebelión de los Esclavos.
La referida fábrica de azúcar surgió en el siglo XIX, periodo en el cual se activaron numerosas instalaciones de ese tipo en la zona de la occidental provincia de Matanzas.
Noviembre de 1843 marca el estallido del alzamiento, luego de una etapa de preparación donde los tradicionales tambores sirvieron de enlace a los esclavos de varios ingenios, hasta el momento en que se lanzaron sobre los capataces, responsables directos de inhumanos maltratos.
Tras el primer momento, se equiparon con las armas de fuego arrebatadas y libertaron a las dotaciones de los ingenios Acana, Concepción, San Lorenzo, San Miguel y San Rafael, así como de plantaciones de café y fincas ganaderas del entorno.
Sin embargo, combates frente a las fuerzas de la colonia, bien armadas y superiores en número, pusieron fin a ese intento de independencia que terminó con un saldo de muerte y sangre recordado por las generaciones actuales.
De esa forma, el monumento en Triunvirato se erige en homenaje a aquellos que siglos atrás optaron por el sacrificio antes que mantener un estado de sumisión.