La mayor de Las Antillas, destino de los esclavos africanos en época de la colonia, refleja por doquier la herencia de esa presencia y su influencia en el surgimiento de la sociedad.
Miles de hombres, mujeres y niños, arrancados por la fuerza de sus hogares, dejaron su huella por doquier en la geografía cubana, con ruinas que reflejan la explotación a la cual fueron sometidos.
Por tal motivo, la iniciativa de crear programas dedicados a divulgar la realidad de ese fenómeno y su influencia social sirvió de punto de partida para el proyecto de la Ruta del Esclavo en Cuba.
Un gran número de instalaciones culturales respaldan el accionar a favor de esa propuesta, para de esa forma dar a conocer la rica herencia existente en la isla.
Entre esas instituciones que recogen el quehacer cultural de la isla destaca el Museo Nacional de la Música, localizado en la capital, en un inmueble edificado a inicios del siglo XX.
Como centro especializado, está dedicado al desarrollo histórico del género y los instrumentos musicales desde el siglo VI hasta el XX en todas las regiones de la mayor de Las Antillas.
Precisamente, entre sus colecciones más valiosas destacan instrumentos musicales folclóricos, muchos de ellos raros, así como partituras de piezas fundamentales de nuestro país, máquinas musicales y obras de arte.
Desde su surgimiento hasta la fecha, la institución ha impulsado el rescate de bienes culturales de tipo musical, la grabación, edición y fotografía de estos, la investigación sobre músicos y compositores cubanos, educación y divulgación a través de cursos, seminarios y charlas.
La huella de la esclavitud está presente en la sala Fernando Ortiz, donde sus exponentes abarcan muestras de aquellas culturas africanas que influyeron en la formación de la nacionalidad cubana.
Entre otros, destacan los instrumentos de la cultura arará, procedentes del antiguo Dahomey, al suroeste de Nigeria, los cuales fueron fabricados por las manos de esclavos africanos.
Los expertos resaltan el tallado a mano, ahuecando troncos de madera dura donde se realizan decoraciones a base, principalmente, de líneas quebradas, incisiones verticales, y en algunos casos ornamentos policromados.
Mientras, los tambores de origen bantú reflejan el destino que tenían esos grupos, dedicados al duro trabajo de los campos, de ahí que sus cantos reflejen elementos característicos del ambiente rural.
Mención especial para los yorubas, llegados de Africa y practicantes de una religión extendida en nuestros días por diversas regiones de Cuba, la cual se conoce como santería.
De ella son conocidos los tambores batá – los más sagrados –, los bembé y los güiros, también llamados abwes o chekeré.
Por tal motivo, el museo respalda el conocimiento de una época que dejó un legado importante en la isla, a pesar del elemento negativo que representa el flagelo de la esclavitud.