El fenómeno de la esclavitud en Cuba, vinculado con la época de la colonización española, tiene además su reflejo en las numerosas construcciones distribuidas por toda la geografía de la isla.
Inmuebles de viviendas, iglesias, ingenios azucareros e incluso fortalezas militares reflejan el quehacer de la mano esclava en la mayor de Las Antillas, con un importante saldo de explotación y muerte para miles de personas arrancadas por la fuerza de sus hogares.
En ese sentido, cabe mencionar a la oriental ciudad de Santiago de Cuba, primera capital de la isla desde 1515 hasta 1607, sometida a los embates de corsarios y piratas atraídos por la riqueza de la isla, lo cual motivó el diseño y construcción de obras capaces de proteger los intereses de la corona española.
Precisamente, en ese contexto destaca el Castillo de San Pedro de la Roca – conocido también como el Morro de Santiago de Cuba –, fortaleza llamada a integrar ese sistema defensivo del oriente, aunque el impacto militar fue mínimo debido a una demora de varias decenas de años en su terminación.
Su principal diseñador y arquitecto fue el famoso ingeniero militar italiano Juan Bautista Antonelli, responsable en años anteriores de los trabajos de fortificación de San Cristóbal de La Habana.
La fortaleza se integra junto a La Socapa, La Avanzada y La Estrella en el sistema defensivo de la bahía santiaguera, y todo ello está considerado como el mayor y más completo ejemplo de ingeniería militar renacentista europea aplicada en las condiciones del Caribe.
Según las tradiciones, la propuesta para la edificación de la obra partió del entonces gobernador de ese oriental territorio, Pedro de la Roca y Borja, de quién tomó el nombre la fortaleza, y los trabajos comenzaron hacia finales del siglo XVI.
Sometido a trabajos de reconstrucción en varias ocasiones, el Morro de Santiago de Cuba constituye una riqueza arquitectónica de gran valor estético e histórico.
En sus gruesos muros, torres y murallas los visitantes aprecian en toda su magnitud la huella del arte militar desarrollado en Italia, España y Cuba entre los siglos XVI y XIX.
En nuestros días la imponente fortaleza incorpora a las tradiciones del oriente cubano un saludo de artillería a los combatientes por la independencia de la isla de todos los tiempos, ceremonia realizada por primera ocasión en el 2001.
Para esa acción, una dotación de artilleros vestidos con trajes de la época utiliza una pieza llamada Príncipe Pío, fundida el 19 de diciembre de 1805 en la ciudad española de Sevilla e instalada en sus inicios en el complejo histórico Morro-Cabaña de la capital cubana.
La instauración de la salva constituye además un homenaje a Santiago Apóstol y a Santa Bárbara, patrones de la ciudad de Santiago de Cuba y de los artilleros, respectivamente.
Hasta nuestros días, la vista de la monumental obra trae a la memoria el recuerdo de sus constructores, verdaderos artesanos anónimos de un complejo que llega en todo su esplendor hasta nuestros días.
Con una utilidad mínima desde el punto de vista militar debido a los retrasos en su edificación, el Morro de Santiago encierra en la actualidad a los principales exponentes del Museo de la Piratería, una muestra de aquella actividad para cuyo enfrentamiento estuvo concebida la fortaleza.