El archipiélago cubano, considerado entre los destinos turísticos de mayor dinamismo en el Caribe, aprovecha a su favor el escenario nacional marcado por una historia colonial que encuentra reflejo en las más diversas actividades de la realidad diaria. Elementos de arquitectura, costumbres, tradiciones y cultura se mezclan en esa dirección, lo cual apunta al diseño de opciones de ocio que responden al interés de los miles de visitantes que llegan cada año al país.
Para los especialistas, a esa situación contribuyo la posición geográfica privilegiada de la isla, en el centro del Caribe y de las rutas marítimas más importantes que llevó a la necesidad de desarrollar una amplia red de obras defensivas.
A ello se sumó durante la etapa de dominación española la decisión de la corte de convertir al puerto de La Habana en centro de concentración de los navíos cargados con los tesoros del Nuevo Mundo antes de partir hacia la metrópoli.
Todo ello determinó la orden real de construir un sistema de fortificaciones capaz de proteger los bienes de la corona y disuadir a los agresores de intentar apoderarse por la fuerza de la isla, en especial su capital.
Precisamente, en esa dirección destaca el Castillo de los Tres Reyes del Morro, proyectado como varias de las defensas más importantes de la isla por el ingeniero militar italiano Juan Bautista Antonelli.
La instalación fue una fortaleza de tipo renacentista, construida como un polígono irregular y con tres poderosos baluartes que dominaban la bahía, la entrada al puerto y la ciudad, complementado más tarde con la fortaleza de La Cabaña.
Asimismo, hacia 1740 surgieron las famosas Murallas de la capital, tras lo cual el simple hábito de avisar con un disparo de artillería la hora del cierre de las nueve puertas del recinto devino en tradición hasta nuestros días.
Hacia el oriente de la isla, en la ciudad de Santiago de Cuba, primera capital de Cuba desde 1515 hasta 1607, se edificó el Castillo de San Pedro de la Roca – conocido también como el Morro de Santiago de Cuba – llamado a integrar un sistema defensivo de mínimo impacto debido a una demora de varias decenas de años en su terminación.
Mientras, en la central provincia de Matanzas destaca el Castillo de San Severino, la obra arquitectónica de más antigüedad en el territorio y que fue sede de la comandancia principal del sistema defensivo de la ciudad.
Por su parte, en la región centro-oriental de la mayor de Las Antillas se localiza la llamada Trocha de Júcaro a Morón, considerada uno de los monumentos militares más importantes de la región del Caribe y la mayor fortificación española del siglo XIX en la isla y América Latina.
Su construcción, realizada entre 1871 y 1872, tenía como objetivo bien preciso cortar el paso del Ejército Libertador cubano en su avance hacia la porción occidental del país y evitar la expansión de la guerra a esos territorios.
Con 68 kilómetros de largo – similar longitud del ancho de la provincia de Ciego de Avila –, representaba un singular proyecto defensivo a profundidad, con una amplia red de instalaciones y facilidades para el rápido desplazamiento de las tropas.
La ineficacia de la obra llevó a su reforzamiento hacia fines del siglo XIX, cuando ya disponía de 68 fortines, 67 blockhouses, 401 puestos de escucha, además de alambradas, fosos custodiados por más de 12 mil hombres y una vía férrea a todo su largo para el movimiento de hasta 26 piezas de artillería, sin lograr el efecto deseado.