El archipiélago cubano, plaza fuerte para la recreación y el ocio en el Caribe, se apoya en su quehacer turístico con la existencia de playas únicas, diversidad natural y valores patrimoniales que complementan las propuestas del sector.
Unido a las tradicionales opciones avaladas por el clima tropical de la mayor de Las Antillas, la riqueza arquitectónica sirve de incentivo especial al recordar el pasado colonial del país.
En ese escenario destaca la capital cubana – principal destino turístico de la isla –, con énfasis en su centro histórico que trae a nuestros días elementos de la historia de épocas anteriores vinculadas con su surgimiento.
La urbe ocupa desde 1519 su actual y definitivo emplazamiento, respaldada por espacios únicos y construcciones que llegaron hasta la época contemporánea.
Un verdadero abanico de estilos le otorgan un enorme valor patrimonial, al mezclar construcciones que incluyen elementos del barroco, neogótico, neoclasicismo, eclecticismo, art noveau y el movimiento moderno.
El núcleo primario de la capital cubana, conserva una verdadera colección de castillos, fortalezas e inmuebles de alto valor patrimonial, edificados en torno a un sistema de plazas, mezcladas con monasterios y templos.
Uno de los símbolos de la arquitectura en La Habana es El Capitolio, considerado por los especialistas como el segundo punto más alto de la principal ciudad del país.
Arquitectos e historiadores consideran al Capitolio como una obra casi perfecta de la ingeniería de inicios de siglo, además de clasificarlo entre los seis palacios de mayor relevancia a nivel mundial.
En materiales los anales recogen la utilización de cinco millones de ladrillos, 38 mil metros cúbicos de arena y 40 mil de piedras, 150 mil bolsas de cemento, tres mil 500 toneladas de acero estructural y dos mil de cabillas, cantidades verdaderamente impresionantes.
Otro de los elementos característicos de la urbe es el llamado Castillo de los Tres Reyes del Morro, proyectado como varias de las defensas más importantes de la isla por el ingeniero militar italiano Juan Bautista Antonelli.
En su estructura es una fortaleza de tipo renacentista, construida como un polígono irregular y con tres poderosos baluartes que dominaban la bahía, la entrada al puerto y la ciudad.
Quien más contribuyó a la terminación de la obra fue el gobernador Don Pedro Valdés. Durante su mandato (1600-1607) se concluyó una sólida plataforma donde se colocó una batería de 12 piezas de artillería que aún existe, llamada "Los 12 Apóstoles".
Al término de su gobierno sólo quedaban por realizar obras complementarias para el alojamiento de soldados, almacenes de municiones y depósitos de agua, entre otros trabajos, y años más tarde se completó con la fortaleza de La Cabaña.
Mudos testigos del desarrollo de La Habana, ambas construcciones vieron crecer hacia 1740 a las famosas Murallas de la capital, tras lo cual el simple hábito de avisar con un disparo de artillería la hora del cierre de las nueve puertas del recinto devino en tradición hasta nuestros días.
El propio desarrollo de la ciudad fue eliminando a las murallas, de las cuales sólo quedan apenas vestigios en la actualidad.