El tabaco cubano, uno de los productos de la economía de la isla con mayor reconocimiento internacional, encierra en sus verdes hojas una historia de más de cinco siglos, estrechamente vinculada con el descubrimiento de la mayor de Las Antillas.
En aquel entonces, cuentan las leyendas que el Almirante genovés Cristóbal Colón al tocar tierra cubana en 1492 envió a dos de sus mejores hombres con las cartas de presentación de los reyes católicos para los emperadores chinos, al pensar que precisamente habían arribado a ese país asiático.
Para Rodrigo de Xerez y Luis de Torres, nombres de los enviados, la realidad se presentó bien distinta al tropezarse en su incursión con aborígenes que portaban tubos de hojas enrolladas en los labios, los cuales se encendían por un extremo y por el otro se absorbía el humo.
Así, sin proponérselo, Colón puso al descubierto una de las mayores riquezas de Cuba e incluso varios de sus acompañantes, Xerez entre ellos, se aficionaron al consumo de la aromática hoja, con lo cual la palabra tabaco fue incorporada al lenguaje de los pobladores del viejo continente.
Para los nativos de la mayor de Las Antillas la planta recibía la denominación de cojiba o cohoba, nombre con el cual también se identificaba a un instrumento en forma de V por donde se aspiraba el humo del tabaco, aunque esta última variante muchos investigadores la relacionan con la isla de Trinidad y Tobago.
Los colonizadores se tropezaron asimismo con una especie de ritual en el consumo de la planta, y hasta nuestros días llegó en historias diversas el empleo de un tambor llamado cemí, cuyo sonido acompañaba a todo el proceso dirigido hacia fines medicinales y de placer entre los primeros pobladores cubanos.
Con el decursar del tiempo, el tabaco también se convirtió en una pieza clave no sólo para la nobleza de la época, sino que ganó su espacio en los cultos religiosos africanos que ingresaron al país con el inicio del tráfico de esclavos procedentes del llamado continente negro.
En ese sentido, los estudiosos recuerdan que para los dioses africanos la hoja representa una excelente herramienta en la cura de las más diversas enfermedades, y las tradiciones sitúan a todas las deidades masculinas como aficionadas a fumar y masticar la planta, incluso sus raíces y flores.
La corona española dió el visto bueno al cultivo del tabaco mediante cédula real de 1614 y asumió asimismo el monopolio de su comercialización en 1740, con el surgimiento de la Real Compañía de Comercio de La Habana, inicio de una de las primeras y más importantes industrias de la isla.
Aunque se cultiva en la actualidad en casi todas las provincias del país, las mejores tierras para esa actividad en la isla se localizan en el occidental territorio de Pinar del Río -en especial la zona de Vueltabajo-, considerado la cuna del mejor tabaco del mundo.
Una perfecta combinación de suelos, clima y humedad dan lugar a un producto que es calificado por los entendidos de exclusivo en el orbe por su aroma, color, textura y sabor, todo ello indispensable a la hora de preparar los famosos habanos de la isla que tanta demanda enfrentan entre la clientela más selecta.