Considerado hoy el corazón de la capital cubana, el barrio de El Vedado toma su nombre de las prohibiciones existentes en el siglo XVI para abrir caminos en aquella zona impenetrable, cubierta de bosques que obstaculizaban cualquier acceso hostil hacia la villa de San Cristóbal de La Habana.
Según historiadores, la decisión también estuvo vinculada al saqueo de La Habana por el pirata francés Jacques de Sores, tras lo cual se declaró "vedado" el territorio oeste de la villa, desde el litoral hasta La Chorrera.
El auge constructivo que se inició hacia fines del siglo XIX significó el fin de los extensos bosques, en un contexto donde en la actualidad las suaves colinas del antiguo campo vedado apenas son perceptibles en el tejido de calles, plazas y avenidas que conforman la barriada.
Los antecedentes de esta última datan de 1858, cuando se aprobó la parcelación de las primeras manzanas, en un proceso que llevó además a la habilitación de zonas del litoral para los baños de mar, construcción de un hotel de lujo -Trotcha- y el primer terreno de béisbol de la capital.
En principio, fue concebido como zona residencial para la burguesía criolla, con una arquitectura de gran diversidad de estilos, que van desde el neoclásico al eclecticismo.
Poco a poco el Vedado fue sustituyendo al Paseo del Prado y la barriada del Cerro como el lugar donde edificaban sus nuevas viviendas las familias acaudaladas.
En la actualidad, el barrio concentra la mayor actividad de la ciudad, tanto diurna como nocturna, con una madeja de restaurantes, discotecas, centros nocturnos, cines, instituciones del estado, líneas aéreas y hoteles.
La principal zona del Vedado es La Rampa, cinco manzanas que abarcan entre sus atractivos al famoso Hotel Nacional, edificado en una terraza que en tiempos coloniales fue un estratégico enclave militar, así como el Habana Libre, construído hace 40 años.
Tiendas de discos, mercados populares de artesanía y la famosa heladería Coppelia completan el panorama, en un barrio que acoge asimismo a la Necrópolis de Colón, con su ambiente de calles limpias y rectas, emblanquecidas por el entorno de mármol que las rodea.
Por doquier se abren calles donde los caminantes contemplan con admiración hermosos palacetes con sus jardines de antaño, plenos de la exuberancia de la vegetación tropical, en tanto que las vías se adornan con la majestuosidad de los flamboyanes, florecidos entre el verde del aire habanero.