El archipiélago cubano, famoso por sus excelentes playas de arenas blancas y cálidas aguas, cuenta además con un amplio espectro de atractivos que se extienden a los ámbitos de la cultura, historia y naturaleza.
Unido a las opciones tradicionales para el ocio, el país caribeño incorpora valores de carácter patrimonial, con especial destaque para la capital de la mayor de Las Antillas.
Convertida en el principal destino turístico de la nación, Ciudad de La Habana reúne en su centro histórico a unas 140 edificaciones con un origen que se remonta a los siglos XVI y XVII.
Asimismo, otras 200 corresponden al XVIII y más de 460 al XIX, conformando así una mezcla plena de atractivos para los gustos más exigentes.
Numerosas plazas se localizan en la geografía de La Habana, con especial destaque para aquellas conocidas como de Armas, de la Catedral, la llamada Plaza Vieja y la de San Francisco de Asís, esta última aledaña a la iglesia y el convento de igual nombre.
La ciudad conserva también rasgos distintivos como el famoso Paseo del Prado y la conocida Alameda de Paula, esta última construida en la segunda mitad del siglo XVIII, ambos sitios de obligado tránsito para los pobladores capitalinos de aquellos tiempos.
Otro de los inmuebles a resaltar es El Capitolio, considerado por arquitectos e historiadores como una obra casi perfecta de la ingeniería de inicios del pasado siglo, además de clasificarlo entre los seis palacios de mayor relevancia a nivel mundial.
Entre los tesoros de la instalación está la estatua que simboliza a la República, esculpida por el italiano Angelo Zanelli y que impone hoy el respeto que le otorga el ser la tercera escultura bajo techo más grande del orbe.
La urbe tiene además en sus límites restos de obras defensivas que constituyen mudos centinelas de una época colonial cuya historia llega hasta nuestros días.
La vulnerabilidad de la ciudad por tierra determinó el surgimiento a finales del siglo XVI de una idea para amurallar a San Cristóbal de La Habana.
En 1674 comenzaron los trabajos de la esperada obra, previstos en un inicio para efectuarse en un plazo de tres años y que en la práctica se extendieron a más de seis décadas, pues sólo concluyeron en 1740.
Las murallas se convirtieron en un elemento característico del entorno urbano de la villa, con nueve puertas para el acceso al núcleo de la ciudad, entre las cuales las más conocidas fueron la de La Punta, la de la calle Reina y la llamada de La Muralla.
Sin embargo, su vida útil se limitó a 123 años, pues ya en 1863 comenzó su demolición al ser incapaz de frenar la expansión de las construcciones más allá de sus muros, con lo cual el llamado espacio extramuros se fue urbanizando y poblando a un ritmo vertiginoso.
Museos, centros culturales, plazas, parques y anfiteatros se suman asimismo a las propuestas de la urbe para el ocio, en una opción que combina las habituales ofertas de playa con el aporte de una urbe que trabaja por su conservación.