El archipiélago cubano, convertido en un destino turístico de excelencia en el Caribe, cuenta con una diversidad de opciones donde destacan las excelentes propuestas de sol y playa, naturaleza y cultura.
Las transparentes y cálidas aguas que rodean a la mayor de Las Antillas complementan además a la industria del ocio con facilidades para la práctica de actividades náuticas y del inmersionismo.
Unido a ello, cada vez más ganan espacio los programas de descanso vinculados a los valores patrimoniales de la isla, aportados por una historia de más de cinco siglos.
En ese escenario destaca precisamente la capital cubana, otrora villa de San Cristóbal de La Habana, que representa en la actualidad un singular museo viviente de los más diversos estilos constructivos, reflejo de las etapas de desarrollo por las cuales atravesó la histórica urbe.
Su sistema de fortalezas, con el emblemático Castillo de Los Tres Reyes del Morro, abarcó nueve grandes construcciones para constituir –a decir de los expertos– el conjunto más notable de su tipo en la América hispana.
Cerca de 140 de las edificaciones localizadas en el centro histórico de la capital cuentan con un origen que se remonta a los siglos XVI y XVII, otras 200 al XVIII y más de 460 al XIX, conformando así una mezcla plena de atractivos para los gustos más exigentes.
Numerosas plazas se localizan en la geografía de La Habana, con especial destaque para aquellas conocidas como de Armas, de la Catedral, la llamada Plaza Vieja y la de San Francisco de Asís, esta última aledaña a la iglesia y el convento de igual nombre.
En los espacios de la ciudad se dan la mano edificaciones que representan desde el renacentismo hasta el art decó, pasando por el mudéjar, barroco, neoclasicismo, eclecticismo, art nouveau y el barroco cubano.
Mientras, en el oriente figura otro de esos lugares bajo el nombre original de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, fundada entre 1511 y 1512 por el Adelantado Diego Velázquez, y que llegó a ser además la primera capital y primer obispado de la ínsula.
En ese propio escenario destaca la urbe de Camagüey, capital de la provincia cubana de igual nombre y que surgió con la denominación de Villa de Santa María del Puerto del Príncipe.
Llamada también "la ciudad de los tinajones", ostenta como elemento peculiar a esos enormes recipientes de barro cocido, utilizados siglos atrás para almacenar el agua de lluvia con destino al consumo humano y que ahora adornan jardines y parques.
Las calles evidencian un comportamiento caprichoso de sus creadores, pues mantienen su trazo recto apenas en tramos cortos, para después tomar las más diversas orientaciones y conformar incluso triángulos o cerrarse en una de las innumerables plazas.
La exuberancia de la flora cubana tiene su espacio en el Casino Campestre, el parque urbano más grande del interior del país, lugar para la reflexión y el esparcimiento espiritual, poblado de estatuas que honran a personalidades de la historia nacional.