La llegada del verano a la mayor de Las Antillas, época tradicional de sol y mar para los cubanos, se acompaña cada año con un verdadero mundo de colores que surge por doquier gracias a la abundancia de vegetación en ciudades y zonas rurales.

Las bondades de un clima tropical y más de seis mil 300 especies en la flora nacional -de ellas la mitad endémicas- sirven de base a la presencia de las más diversas variedades de flores, las cuales aportan un toque de frescura y belleza por doquier.

Complementos de calles, avenidas, parques, casas e incluso hasta en los propios balcones de edificios, los diferentes tipos de flores aportan sus colores al entorno, para ofrecer una imagen agradable a la vista de los visitantes.

Cuba cuenta con suelos y clima favorables para su cultivo, además de un gusto enraizado para su consumo, ya sea en ambiente íntimo y doméstico o a nivel social en centros de trabajo, salas públicas o áreas de recreación.

Su riqueza y magia natural no han cedido ni siquiera el empuje tecnológico que marca la llegada del nuevo milenio y se mantienen con el mismo frescor que ostentan desde hace ya varios siglos.

Para algunos especialistas, la floricultura llegó a la isla de la mano del desarrollo de la industria azucarera, convertida durante siglos en el principal rubro de la economía cubana.

En épocas de antaño, hacendados y propietarios de ingenios establecían las viviendas cerca de las instalaciones industriales o las fincas de caña y buscaban hacer mas grata la estancia familiar con jardines, donde también cultivaban especies medicinales y condimentos.

El desarrollo cultural y la capacidad económica permitieron el surgimiento de gustos mas refinados entre los nacionales, acompañados de la llegada de especialistas procedentes de España, Francia e Italia, unido a variedades de flores de Europa y Estados Unidos.

Para determinados acontecimientos sociales los ornamentos florales constituyen un elemento clave, sin el cual muchos consideran que el hecho en sí pierde su significación.

Arreglos, ramos, corsages, centros de mesa, coronas y tiaras son algunas de las formas en que se presentan estas pequeñas y a la vista frágiles representantes de la naturaleza multicolor, las que en muchas ocasiones incorporan su perfume al ambiente.

Bodas, cumpleaños, ceremonias fúnebres o acontecimientos tales como las fechas vinculadas con el homenaje a las mujeres o el Día de Las Madres convierten a la isla en un enorme mercado donde por doquier se ofertan ejemplares de las flores cubanas.

Otros simplemente las adquieren de forma cotidiana y sin que medie celebración alguna, simplemente para dar un toque de frescura a sus hogares o agradar a sus parejas.

Diversos especialistas les atribuyen no sólo el don de la belleza sino también la capacidad de serenar y suavizar el carácter, purificar el aire, se convierten en sedante para el ser humano y simbolizan la fecundidad y la renovación de la vida.

Claveles, dalias, rosas, gladiolos y margaritas figuran en la preferencia de los cubanos, aunque por supuesto uno de los sitiales de honor es sin dudas para la mariposa, considerada la flor nacional de la mayor de Las Antillas.