Cuba, con una posición estratégica en el Caribe, complementa su oferta turística de sol y playa con los elementos imprescindibles para garantizar una travesía sin peligro a aquellos que apuestan por la vía marítima en su afán de conocer la isla.
En los sitios de mayor peligro para la navegación construcciones especializadas, muchas de ellas con una historia centenaria, sirven de guías seguras con sus destellos de luz a las naves que transitan en las aguas cubanas.
Una de esas edificaciones se localiza en el actual polo turístico de Holguín, más exactamente en Punta Lucrecia, con los primeros pasos para su levantamiento en febrero de 1858, cuando se determinó su ubicación en el extremo oriental de Playa Larga y el mas saliente entre el puerto de Naranjo y la bahía de Nipe.
Según los expertos de la época, la necesidad de la obra se justificaba por el hecho de presentar una costa baja y rodeada de arrecifes que convertían el lugar en un sitio prácticamente inaccesible hasta para las embarcaciones de escaso calado.
La colocación de la primera piedra -en noviembre de 1861- coincidió con el nombramiento de Francisco Serrano Domínguez, conde de San Antonio, como nuevo gobernador de la isla, por lo cual se recomendó nombrar al mencionado faro "Serrano".
Sin embargo, una Real Orden preservó hasta nuestros días la denominación de Punta Lucrecia, pues en aquel entonces la asignación de nombres de políticos a determinadas edificaciones se vinculaba más a sentimientos de adulación que en méritos.
El difícil acceso al lugar de dislocación final y la escasez de mano de obra llevo a la decisión de incorporar a brigadas de presidiarios a los trabajos, y así fue como en 1860 llegan los primeros 40 sancionados procedentes de los penales de Oriente.
En su interior, una escalera de caracol de 168 peldaños -33 elaborados en piedra caliza y 135 de hierro fundido- lleva hasta la cámara de iluminación, donde la moderna tecnología produce una señal visible hasta una distancia de 42 millas, más del doble del diseño original (17 millas).
La inteligencia del hombre enfrentó los desafíos para levantar el faro, pues el agua se traía desde una distancia de nueve kilómetros, la madera de los montes a 10 kilómetros y los herrajes y herramientas necesarias se transportaban desde las poblaciones de Gibara y Holguín.
Las paradojas de la historia vincularon a la edificación con la gesta independentista cubana, pues precisamente su fecha de encendido -10 de octubre de 1868- coincide con el levantamiento en armas de un grupo de patriotas al mando de Carlos Manuel de Céspedes, considerado como el Padre de La Patria.
La guerra llegó también a esos parajes con el ataque realizado por los combatientes del Ejercito Libertador contra el faro en diciembre de 1868, donde quedo destruido el equipo de iluminación para privar así a la marina española de las facilidades de navegación.
Para quienes se aventuran a conocer esta centenaria edificación, sus alrededores aún conservan vestigios de la época de su construcción, entre ellos restos de los hornos de cal, canteras y sillares elaborados y abandonados en las canteras.
En su interior, un patio rodeado de un pórtico cubierto tiene en su centro el aljibe que imita el brocal de un pozo, para dar acceso a las viviendas y una habitación de peculiar interés, pues precisamente en ella se conservan cuidadosamente documentos, fotografías y objetos relacionados con esta singular obra.