La región central cubana, plena de riquezas naturales y culturales, se apoya en los valores patrimoniales para conformar de conjunto una propuesta única en materia de turismo.
En el caso de la provincia de Villa Clara, se aprecia un amplio abanico de atractivos para la creciente industria del ocio, apoyada en su naturaleza y tradiciones culturales e historia.
El citado territorio, punto de tránsito para miles de visitantes foráneos cada año, cuenta a su favor con la existencia de la villa de San Juan de los Remedios, octava entre las poblaciones establecidas por los españoles en la isla, con su nacimiento en el siglo XVI.
Una arquitectura bien conservada, con calles de trazos irregulares, caracterizan a la mencionada localidad, famosa además en el país y el exterior por las fiestas conocidas como las Parrandas de Remedios.
El centro histórico de Remedios, declarado además Monumento Nacional en 1980, tiene su punto de partida en la actual plaza José Martí, otrora conocida como de la Parroquial y de Isabel II.
Asimismo, en ella se ubican -como exponente único en el país- dos iglesias: la de Nuestra Señora del Buen Viaje y la Parroquial Mayor de San Juan Bautista.
Mientras, la central provincia cubana de Sancti Spíritus acoge a dos de los primeros asentamientos poblacionales fundados por los españoles en la mayor de Las Antillas.
Con el aval de una existencia que alcanza ya el medio milenio, la llamada en sus inicios Villa del Espíritu Santo tuvo su asentamiento original en las márgenes del río Tuinicú, para trasladarse a orillas del Yayabo hacia 1552.
Cuarta entre las siete villas establecidas en la isla por los conquistadores en el siglo XVI, encierra valores arquitectónicos, históricos, tradiciones culturales y bellezas naturales, en una combinación atractiva y singular.
Tres estilos constructivos coinciden en la zona colonial de la ciudad, donde se contabilizan más de mil edificaciones con valor arquitectónico a partir de la mampostería y el adobe tradicional.
También en ese propio territorio está la antaño conocida como Villa de la Santísima Trinidad, llamada la Ciudad Museo de Cuba, la cual tiene el privilegio de ser una de las localidades coloniales del país y califica además entre los conjuntos arquitectónicos más completos y conservados del continente americano.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1988 y ruta obligada hacia la conquista de nuevos territorios, se asentó junto a las márgenes del río Guaurabo, donde los españoles encontraron una población aborigen utilizada como mano de obra, tierras fértiles y excelentes puertos para la preparación de expediciones.
El signo decorativo característico de las viviendas de la ciudad tiene su base en la ornamentación neoclásica, reflejada en murales, molduras, marcos de madera y en las caprichosas formas que los forjadores del hierro lograron imprimirle.
La atención de los visitantes a esa pequeña urbe se dirige además hacia la solitaria figura de la Torre Iznaga, erigida en la primera mitad del siglo XIX como una atalaya con fines utilitarios.
La campana en lo alto de la construcción, de siete pisos y 45 metros de altura, servía de llamado para comenzar y poner fin al trabajo diario de los esclavos en las plantaciones de azúcar, además de marcar el momento de la oración a la Santísima Virgen.