La zona central de la isla cuenta entre sus valores más destacados a la antaño conocida como Villa de la Santísima Trinidad, ubicada en la provincia de Sancti Spíritus y una de las siete primeras poblaciones fundadas por los españoles en el archipiélago cubano.
Con un origen que se remonta a 1514, la referida localidad acumula ya a su favor cinco siglos de historia que le permiten también ser llamada la Ciudad Museo de Cuba, Trinidad tiene el privilegio de ser una de las localidades coloniales del país y califica además entre los conjuntos arquitectónicos más completos y conservados del continente americano.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1988 y ruta obligada hacia la conquista de nuevos territorios, se asentó junto a las márgenes del río Guaurabo, donde los españoles encontraron una población aborigen utilizada como mano de obra, tierras fértiles y excelentes puertos para la preparación de expediciones.
Casonas coloniales, amplias, cómodas y ventiladas, palacios donde el lujo y el derroche hicieron de las suyas para integrarse al arte colonial cubano, convierten a Trinidad en una indiscutible joya urbanística y arquitectónica de antaño.
En su centro histórico se aprecia una verdadera mezcla de estilos constructivos de los siglos XVIII, XIX e inicios del XX, con calles empedradas y estrechas flanqueadas por inmuebles con trabajos de maderas preciosas, complicadas obras en hierro y paredes decoradas.
En la Plaza Mayor, eje central de la antigua villa, se localiza una estatua de Terpsícore -musa de la danza y la música-, acompañada de la singular belleza de la iglesia de la Santísima Trinidad, fiel guardián de valiosas piezas del tesoro religioso de la isla.
Entre ellas se incluyen el Cristo de la Vera Cruz, unido a un altar de mármol dedicado al culto de la Virgen de la Misericordia, único de su género en el país.
Las plazas de Santa Ana y de las Tres Cruces, el Campanario de San Francisco y numerosos palacetes aportan un toque de belleza única a la ciudad.
Entre los inmuebles de mayor relevancia esta el Palacio del Conde Brunet, actual sede del Museo Romántico, y cuyo primer propietario estuvo también vinculado con la construcción de un teatro que llevó su nombre y la puesta en marcha de un ferrocarril entre la urbe y el puerto de Casilda.
En ese tesoro histórico, el Valle de los Ingenios ocupa un sitio preferencial junto a la famosa Torre Iznaga, mudo centinela de un pasado de azúcar y fabricas del dulce en Trinidad.
El surgimiento de la mencionada construcción hacia 1816 marca un momento de predominio del eclecticismo en la arquitectura, con una altura de 45 metros repartidos en siete pisos o niveles, como una atalaya desde la cual se divisaban las plantaciones de caña de azúcar en la zona.
A una docena de kilómetros de la villa se extiende Playa Ancón, dueña de cálidas y tranquilas aguas tributadas por el Mar Caribe, en un ambiente que constituye una invitación a la práctica de deportes náuticos, con unos 30 puntos para el inmersionismo.