La mayor de Las Antillas, destino turístico por excelencia en el Caribe, acoge en su geografía diversos atractivos vinculados con los valores patrimoniales del país.
Tal es el caso del oriente cubano, que incorpora a sus ofertas las ruinas de varias decenas de cafetales franco-haitianos establecidos en ese territorio a finales del siglo XVII e inicios del XIX.
Precisamente la provincia de Santiago de Cuba constituye un escenario singular de la Ruta del Café, con una cultura vinculada a la presencia francesa en la nación caribeña y a la esclavitud.
Los conocedores mencionan en especial a la Casa Dranguet, donde una exposición permanente refleja, en su más amplia y abarcadora visión, la cultura cafetalera, desde los objetos relacionados con su cosecha y procesamiento, hasta las tradiciones arraigadas en las personas.
Cerca de un centenar de esas fincas están contabilizadas en la provincia de Santiago de Cuba, restos de una época en la cual se asentaron los colonos galos, con sus costumbres y cultura.
Asimismo, 32 de esos antiguos cafetales, desarrollados por los franceses que escaparon de la vecina Haití en 1789 tras la revolución en ese país, figuran en el territorio de la también oriental provincia de Guantánamo.
Las mencionadas plantaciones forman parte del cinturón cafetalero de la región sudoriental de la mayor de Las Antillas, y constituyen también un elemento clave en la historia y cultura de la isla, toda vez que representan un testimonio evidente del desarrollo de ese cultivo en épocas pasadas.
Unido a los trazos originales de las plantaciones, en esos lugares existen vivos testimonios de técnicas agroindustriales utilizados por los emigrantes franceses, así como otras costumbres y muestras de una arquitectura similar a la que ellos mismos destruyeron antes de huir hacia Cuba.
La experiencia de los franceses llegó además a Cuba acompañada de un rico tesoro cultural, reflejado en la evolución de manifestaciones como la literatura, música, bailes, religión y gastronómica en el oriente del país e incluso hacia el Caribe, más allá de las fronteras de la mayor de Las Antillas.
En la barriada del Tivolí se asentaron aquellos colonos y emigrantes procedentes de la nación europea, Nueva Orleans y Saint Domingue, seducidos por la belleza de ese sitio.
Para los amantes de la historia están las ruinas del cafetal conocido como Santa Sofía, un gigante con dotaciones de más de 600 esclavos, el Kentucky y La Isabelica, este último con la arquitectura de la época en perfecto estado de conservación y sede además de un museo etnográfico.
Precisamente con esa finca, localizada en las alturas de la Gran Piedra, está relacionada la leyenda de un colono francés que se enamoró de una bella esclava llamada Isabelica, con la cual llegó incluso a contraer matrimonio.