La capital cubana, principal núcleo urbano de la mayor de Las Antillas, acumula la experiencia que le aportan 498 años desde su fundación convertida en importante destino para el turismo.
Otrora villa de San Cristóbal de La Habana, es uno de los más fieles exponentes de la arquitectura colonial de la isla, marcada por una notoriedad que comenzó desde fines del siglo XVI, con características propias aunque con una fuerte influencia ibérica.
Conocida asimismo como Ciudad Antemural de las Indias Occidentales y Llave del Nuevo Mundo, representa un singular museo viviente de los más diversos estilos constructivos, reflejo de las etapas de desarrollo por las cuales atravesó la histórica urbe.
Además, su sistema de fortalezas, con el emblemático Castillo de Los Tres Reyes del Morro, abarcó nueve grandes construcciones para constituir -a decir de los expertos- el conjunto más notable de su tipo en la América hispana.
Entre esas obras, el Castillo de la Real Fuerza (concluido hacia 1577) abrió el camino en el continente al diseño renacentista en las construcciones militares, con un estilo que predominó en España en época de los Reyes Católicos y fue llamado también isabelino.
Cabe mencionar que unas 140 de las edificaciones localizadas en el centro histórico de la capital cuentan con un origen que se remonta a los siglos XVI y XVII, otras 200 al XVIII y más de 460 al XIX, conformando así una mezcla plena de atractivos para los gustos más exigentes.
Numerosas plazas se localizan en la geografía de La Habana, con especial destaque para aquellas conocidas como de Armas, de la Catedral, la llamada Plaza Vieja y la de San Francisco de Asís, esta última aledaña a la iglesia y el convento de igual nombre.
Como elemento que la destaca figura el Malecón una de las principales arterias de la ciudad y sitio de obligada referencia para todo el que apuesta por la isla como destino para el descanso y la recreación.
El atractivo vial se extiende desde la entrada de la Bahía de La Habana -al este-, por espacio de unos cinco kilómetros hacia el poniente, con un diseño en paralelo a la irregular línea costera, bañada por las cálidas aguas que rodean a la isla.
Para muchos, el sitio es considerado como un verdadero pulso de la ciudad, fiel reflejo de la vida de sus habitantes, sus amores, juegos, tristezas y encuentros, todo ello en un espacio de pocos miles de metros.
En los primeros años del siglo XX ofreció también el atractivo de los baños públicos, donde los pobladores de la época disfrutaban de las cálidas aguas del mar, con el recato entre hombres y mujeres que dictaban las costumbres de antaño.
La ciudad conserva también rasgos distintivos como el famoso Paseo del Prado y la conocida Alameda de Paula, esta última construida en la segunda mitad del siglo XVIII, ambos sitios de obligado tránsito para los pobladores capitalinos de aquellos tiempos.
En los espacios de la ciudad se dan la mano edificaciones que representan desde el renacentismo hasta el art deco, pasando por el mudéjar, barroco, neoclasicismo, eclecticismo, art nouveau y el barroco cubano.