La mayor de Las Antillas, plaza fuerte para el turismo en el Caribe, cuenta con un amplio catálogo de propuestas capaces de satisfacer los requerimientos de miles de visitantes que llegan al país cada año.
Las tradicionales ofertas de sol y playa se combinan con modalidades de gran atractivo como el turismo de salud, cruceros, naturaleza, eventos y náutica.
Asimismo, los valores patrimoniales y culturales ganan protagonismo en el escenario actual de la industria del ocio.
La opción de turismo de ciudad encuentra espacio en el principal núcleo urbano de la isla, su capital, donde cerca de 140 de las edificaciones localizadas en el centro histórico cuentan con un origen que se remonta a los siglos XVI y XVII, otras 200 al XVIII y más de 460 al XIX.
La ciudad conserva también rasgos distintivos como el famoso Paseo del Prado y la conocida Alameda de Paula, esta última construida en la segunda mitad del siglo XVIII, ambos sitios de obligado tránsito para los pobladores capitalinos de aquellos tiempos. Unido a las ofertas de la gastronomía y el ocio, en la urbe destacan por su posición y fama instalaciones emblemáticas como el Gran Teatro de La Habana, entre los más importantes de su tipo en América Latina.
En sus inicios (1838) Teatro de Tacón, fue nombrado en honor al Capitán General Miguel de Tacón y Rosique, gobernador de Cuba entre los años 1834 y 1838.
La instalación fue obra del arquitecto Antonio Mayo, quien lo concibió con un estilo ecléctico predominante, equipado con 90 palcos y más de 20 filas, en condiciones de recibir a unos dos mil espectadores.
En su época, el Tacón fue el teatro más grande y lujoso del continente americano; y por sus cualidades técnicas el tercero del orbe, después de la Scala de Milán y el de la Ópera de Viena.
Por su escena desfilaron figuras de la talla de Fanny Elssler en 1841, y Sarah Bernhardt en 1887, además de personalidades de la talla del tenor Enrico Caruso, los "bailadores" Carmen Amaya y Antonio Gades, los músicos Arthur Rubinstein y Serguei Rachmáninov
El Gran Teatro de La Habana llegó en 1914, obra del arquitecto belga Paul Beleu, con varias salas de espectáculos (entre ellas la García Lorca), concierto, de conferencias y de video, así como galerías de artes visuales, un centro coral, varios salones de ensayo para agrupaciones danzarias y bailarines.
Célebre por su acústica y belleza arquitectónica, escenario acostumbrado del Ballet Nacional de Cuba, acoge las temporadas del Teatro Lírico Nacional de Cuba con sus programas de óperas, zarzuelas, operetas y conciertos, así como del Ballet Español de Cuba y de la Compañía Danza Contemporánea de Cuba.
El Gran Teatro de La Habana fue sometido a una reparación capital entre 2013 y 2015 y reabrió sus puertas el 1 de enero de 2016.
El trabajo reconstructivo abarcó todo el inmueble y fueron restaurados las fachadas, vestíbulos, palcos, cubierta y tabloncillo.
Asimismo se dotó al teatro con nuevo mobiliario, telones, sistema de climatización, acústica, mecánica escénica, salones de ensayos para los bailarines y la orquesta, un estudio de grabación y más de 20 camerinos.