La provincia de Sancti Spiritus, conocida antaño como la Villa del Espíritu Santo, acumula un legado que se extiende ya a 503 años y despierta el interés de miles de visitantes cada año, tanto nacionales como extranjeros.
La urbe, cuarta entre las siete villas establecidas en la isla por los españoles en el siglo XVI, encierra valores arquitectónicos, históricos, tradiciones culturales y bellezas naturales, en una combinación atractiva y singular.
Además, al menos tres estilos constructivos coinciden en la zona colonial de la ciudad, donde se contabilizan más de mil edificaciones con valor arquitectónico a partir de la mampostería y el adobe tradicional.
De esa forma, el barroco español está presente en los amplios portales de las mansiones señoriales de antaño, en una estructura donde la amplia plazoleta con la iglesia al centro constituía el diseño clásico de las poblaciones.
Hacia el siglo XVIII irrumpe con fuerza el estilo neoclásico, presente hoy en día en la ornamentación de puertas y ventanas con preciosas rejas de vistosas filigranas, donde los artesanos buscaron cumplir el doble cometido de proteger y a la vez embellecer.
En este propio territorio se localiza la antigua villa de la Trinidad, tercera de su tipo en el país -fundada también en 1514- y con el atractivo adicional de ser uno de los sitios mejor conservados del continente en cuanto a arquitectura colonial.
La atención de los visitantes a esa última urbe se dirige tradicionalmente hacia la solitaria figura de la Torre Iznaga, erigida en la primera mitad del siglo XIX como una atalaya con fines utilitarios.
La campana en lo alto de la construcción, de siete pisos y 45 metros de altura, servía de llamado para comenzar y poner fin al trabajo diario de los esclavos en las plantaciones de azúcar, además de marcar el momento de la oración a la Santísima Virgen.
También llamada la Ciudad Museo de Cuba, tiene el privilegio de ser una de las localidades coloniales del país y califica además entre los conjuntos arquitectónicos más completos y conservados del continente americano.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1988 y ruta obligada hacia la conquista de nuevos territorios, se asentó junto a las márgenes del río Guaurabo, donde los españoles encontraron una población aborigen utilizada como mano de obra, tierras fértiles y excelentes puertos para la preparación de expediciones.
En la Plaza Mayor, eje central de la antigua villa, se localiza una estatua de Terpsícore -musa de la danza y la música-, acompañada de la singular belleza de la iglesia de la Santísima Trinidad, fiel guardián de valiosas piezas del tesoro religioso de la isla.
La provincia complementa su oferta con modernas instalaciones hoteleras que buscan a la vez respetar el entorno arquitectónico de sus poblados más antiguos, con sus calles empedradas y los techos dominados por la teja criolla.