La Habana, destino turístico por excelencia de la mayor de Las Antillas, encierra entre sus límites una inigualable riqueza de tradiciones e historia, avalada por una existencia que supera ya los cuatro siglos y medio.
La capital cubana, otrora villa de San Cristóbal de La Habana, es uno de los más fieles exponentes de la arquitectura colonial de la isla, marcada por una notoriedad que comenzó desde fines del siglo XVI, con características propias aunque con una fuerte influencia ibérica.
También llamada en aquella época Ciudad Antemural de las Indias Occidentales y Llave del Nuevo Mundo, representa en la actualidad un singular museo viviente de los más diversos estilos constructivos, reflejo de las etapas de desarrollo por las cuales atravesó la histórica urbe.
Su sistema de fortalezas, con el emblemático Castillo de Los Tres Reyes del Morro, abarcó nueve grandes construcciones para constituir -a decir de los expertos- el conjunto más notable de su tipo en la América hispana.
Entre esas obras, el Castillo de la Real Fuerza (concluido hacia 1577) abrió el camino en el continente al diseño renacentista en las construcciones militares, con un estilo que predominó en España en época de los Reyes Católicos y fue llamado también isabelino.
Cerca de 140 de las edificaciones localizadas en el centro histórico de la capital cuentan con un origen que se remonta a los siglos XVI y XVII, otras 200 al XVIII y más de 460 al XIX, conformando así una mezcla plena de atractivos para los gustos mas exigentes.
Numerosas plazas se localizan en la geografía de La Habana, con especial destaque para aquellas conocidas como de Armas, de la Catedral, la llamada Plaza Vieja y la de San Francisco de Asís, esta última aledaña a la iglesia y el convento de igual nombre.
La centenaria ciudad conserva también rasgos distintivos como el famoso Paseo del Prado y la conocida Alameda de Paula, esta última construida en la segunda mitad del siglo XVIII, ambos sitios de obligado tránsito para los pobladores capitalinos de aquellos tiempos.
Una vez derribadas las Murallas de La Habana hacia 1863, acción provocada por los aires de expansión que vivió la urbe en esos tiempos, el crecimiento extramuros cobró fuerza bajo la significativa influencia de las más diversas corrientes arquitectónicas.
En los espacios de la ciudad se dan la mano edificaciones que representan desde el renacentismo hasta el art deco, pasando por el mudéjar, barroco, neoclasicismo, eclecticismo, art nouveau y el barroco cubano.
La culminación de este último se muestra en el Palacio de los Capitanes Generales, con una fachada dominada por una decena de grandes columnas que forman soportes, y una calle frontal que conserva la estructura original de adoquines de madera.
Muchos de los inmuebles y sitios históricos, en perfecto estado de conservación y casi sin mostrar la huella del tiempo en sus fachadas y paredes, abren hoy sus puertas como un destino seguro para los miles de vacacionistas que cada año apuestan por el ocio en la capital de la isla.