La Mayor de Las Antillas, ubicada estratégicamente en la región del Caribe, encierra en su geografía una amplia gama de tesoros de la cultura e historia, muchos de ellos con categoría de valores patrimoniales.
En ese entorno destaca la Villa de la Santísima Trinidad, una de las primeras fundadas por los españoles en Cuba, sitio de obligada estancia para miles de turistas que visitan la isla.
Como elemento único esta el Valle de los Ingenios, un tesoro único del desarrollo de la industria azucarera en la mayor de Las Antillas.
Avalado por la UNESCO con el titulo de Patrimonio de la Humanidad -junto al centro histórico de la ciudad-, agrupa varias decenas de ruinas correspondientes a ingenios, casas de verano, barracones y otras instalaciones vinculadas con la elaboración del dulce.
Es considerado un museo viviente del azúcar en Cuba y en su territorio acogió una arquitectura industrial monumental por sus dimensiones y riquezas de materiales, unido a ejemplos singulares de construcciones domesticas, conocidas como casas-viviendas de los ingenios, algunas de ellas conservadas hasta nuestros días.
El sistema de plantación azucarera en la región de Trinidad dejó en cuanto a cultura material, en especial en patrimonio cultural edificado, un saldo de 73 sitios arqueológicos industriales.
En los mismos se reportaron restos constructivos de la arquitectura adaptada a las funciones y requisitos de la producción azucarera, con casa de calderas, de purga, alambique, almacén, torres y pozos, represas y aljibes, viviendas para amos y siervos, enfermería y cementerios.
En señal del auge de esa actividad, hacia 1827 la región trinitaria disponía de 56 ingenios, los cuales utilizaban en calidad de mano de obra a poco mas de 11 mil esclavos, para una población total de 28 mil 700 habitantes en todo el territorio vinculado al dulce producto.
El fomento de esa actividad encontró condiciones naturales muy favorables en el Valle de los Ingenios, con todos los recursos necesarios para la industria, bosques vírgenes, tierras fértiles y puertos disponibles para el embarque de los productos.
A lo anterior se añade la dinámica expansión del comercio de esclavos desde finales del siglo XVIII, con lo cual se garantizaba la fuerza de trabajo necesaria para el desarrollo de la actividad azucarera.
La recuperación de instalaciones, como parte de los trabajos de restauración, llego a varias casas-haciendas del Valle de los Ingenios, entre ellas Buena Vista, Guachinango, San Isidro de los Destiladeros, Guáimaro y Manaca Iznaga.
En varias de las haciendas del territorio dejó sus huellas de pinturas murales el arquitecto y artista italiano Daniel Dall'Aglio, algunas de ellas en proceso de restauración con el respaldo financiero de organismos como la UNESCO.
Con todos esos elementos, la historia del azúcar en la mayor de Las Antillas tiene en Trinidad a uno de sus más fieles exponentes, complemento inigualable de los numerosos atractivos para el ocio localizados en la también conocida como Ciudad Museo de Cuba.