El flagelo de la esclavitud, elemento esencial en la época de la colonia en América Latina, también encontró espacio en Cuba ante la necesidad de mano de obra barata y que tuvo su origen en los pueblos de Africa.
Miles de personas cruzaron el océano con destino a la mayor de Las Antillas, traídos en contra de su voluntad y sometidos a la explotación en plantaciones y construcciones de diversos tipos.
Entre los destinos habituales de los esclavos estaban precisamente cafetales similares al de Angerona, localizado en el territorio que hoy ocupa la occidental provincia de La Habana.
Hasta nuestros días llegan importantes restos identificables de la casa de vivienda, el barracón de los esclavos, los almacenes, los secaderos, la torre vigía y seis gigantescos aljibes que forman parte de su sistema hidráulico.
Esa infraestructura es vista como una obra de ingeniería monumental y un exponente de vital importancia en el patrimonio agroindustrial del siglo XIX de la isla.
Los enormes depósitos de agua recibían el vital líquido por gravedad, con el propósito de emplearlo en el riego de las plantaciones.
Su origen se remonta a las primeras décadas del siglo XIX, apoyado en el auge de las plantaciones de café en diversas zonas de la geografía cubana.
Para los estudiosos, fue considerado como el cafetal más importante de la zona occidental de la isla y el segundo a nivel nacional, con un punto de partida que mezcla la realidad con la leyenda.
Su fomento comenzó en el año de 1813 por el alemán Cornelio Sauchay, alrededor del cual surgieron versiones que lo relacionaban con una mujer de la raza negra.
La historia menciona el nombre de Ursula Lambert, procedente de Haití, y que encontró en la plantación el sitio ideal de refugio para sus vínculos con el europeo, además de realizar su aporte al desarrollo del lugar.
En efecto, cuentan los investigadores que la presencia de Lambert representó prosperidad y mejores condiciones de vida y trabajo para los esclavos, los cuales incluso tenían acceso a la atención médica.
Narraciones llegadas de personas que visitaron el lugar y los propios restos resaltan la escultura en mármol de la diosa Artemisa, las ruinas de la casa vivienda, subterráneos destinados al hospital de esclavos y la torre de vigilancia.
El inmueble principal constituyó un verdadero exponente del estilo neoclásico, reflejado en los arcos y columnas de las fachadas aunque adecuado a las características del lugar, unido a elementos como barandas y rejas.